En estos días de indignados vale la pena recordar unas líneas de César Vallejo. El poeta, con su habitual tono irritado y algo pesimista, ante una lucida reflexión de la vida "democrática" -ya frustrada desde entonces- revela la fuente del malestar continental, hoy diríamos global.
Si queremos acabar (destruir) con las desesperanzas que nos deja el modelo social que hoy vivimos, debemos proceder con dos movimientos que comprometen la existencia y el estilo de vida. Son dos acciones que nos obligan a superar la tendencia de apoyar las marchas de los huelguistas desde la comodidad de nuestros sofás existenciales.
La primera reflexión es unirnos a los pocos indignados que han salido a las calles a provocar el cambio. La segunda - aquí la más comprometedora de las observaciones de Vallejo- insiste en que antes de pretender poner fin a todo los abusos, las injusticias, los desafueros e infamias que “OTROS COMENTEN”, hay que ponerle fin a NUESTROS consumismos, egolatrías, despotismos y omisiones. Esta triste realidad del mundo globalizado y el deseo de cambiarlo cobraran sentidos y obtendrán respuesta solamente cuando nos auto - sacrifiquemos, cuando liquidemos el perverso aburguesamiento individualistas y consumistas que hay en nosotros.
César Vallejo nos invita a un suicidio colectivo de las estructuras aburguesadas que guardamos en nuestros interiores: “hay que destruirse a sí mismo y, después lo demás”. Aparte de pretender ponerle fin a las malas conductas de los otros -que nos encoleriza a muchos-, acabar con los propios malos comportamientos generará el verdadero cambio de la sociedad. Hay que aprender a indignarnos de las malas estructuras sociales y culturales que reproducimos, acabar con el yo egoísta y oportunista; la primera indignación es la que nos debemos a nosotros mismos.
«...A medida que vivo y que me enseña la vida... voy aclarándome muchas ideas y muchos sentimientos de las cosas y de los hombres de América. Me parece que hay la necesidad de una sola gran cólera y de un terrible impulso destructor de todo lo que existe en esos lugares. Hay que destruir y destruirse a sí mismo. Eso no puede continuar; no debe continuar. Puesto que no hay hombres dirigentes con quienes contar, necesario es, por lo menos, unirse en un apretado haz de gentes heridas e indignadas y reventar, haciendo trizas todo cuanto nos rodea o está a nuestro alcance. Y sobre todo hay que destruirse a sí mismo y, después lo demás. Sin el sacrificio previo de uno mismo, no hay salud posible».
Carta de César Vallejo a Pablo Abril (18 de abril de 1928)