EL VIAJE DE ODISEO: Tu sueño es Ítaca, pero tu destino está en el camino.

El mayor de los viajeros es Odiseo. La saga de este aventurero recogida por Homero, nos pone frente a la experiencia de un héroe que emprendió la olvidada tarea del nomadismo. Cada una de las líneas narradas por el poeta, contienen los síntomas que añoran ese estado de la vida errante de nuestros ancestros, el mismo que fue tallando el espíritu de plenitud del ser humano.

Por más de dos centenares de miles de años, hemos sido más nómadas que sedentarios. Los historiadores atribuyen a nuestro estado de quietud tan solo 10.000 años, en cambio el espíritu errante de la condición humana tiene 200.000 años, cifras bastante significativas para comprender que el significado y la plenitud de la vida se han hecho en el medio y en los hábitos del viajero. Los espíritus más avezados y sabios de la inspiración humana, se han constituido como tales a partir de la maestría del ser ambulantes de caminos desconocidos.

Por eso Odiseo, el errante de la literatura, es el personaje de la inspirada obra de Homero, su historia es la más persistente metáfora de aquel que disfruta experimentar el estado nómada de la vida. Con su marcha, Odiseo nos transmite la aspiración de todos los hombres: hacer que la jornada del existir sea interesante y enriquecedora. Como todo viajero, al emprender su recorrido, da apertura a la más elevada búsqueda humana: la plenitud del viaje, el destino, que es alcanzar las riquezas plenas de la vida.

El destino es la aspiración de los hombres, es el sueño que siempre está en nuestra mente evocándonos la experiencia de alcanzar lo deseado, provocándonos emprender el camino, convocándonos al estado de migración existencial, que quiere decir, estar tocando experiencias más loables y espléndidas. Los sueños nos develan los destinos. El destino es la riqueza de la vida que se deposita en nosotros para darle sentido a nuestra existencia.

Odiseo no lo sabía -al igual que muchos viajeros hoy- que el destino no está al final del viaje. La plenitud de la vida humana no consiste en hacer realidad el sueño. El sueño no es más que la excusa para emprender el viaje, sin los sueños los humanos no nos movilizaríamos por los caminos. Odiseo soñaba con llegar a su isla natal. Ítaca le inspiraba tener activa la voluntad de enfrentar cuanta adversidad se le presentaba, Ítaca le exigía mantener el espíritu firme, la inteligencia renovada y los ánimos despiertos. Ítaca solamente era una fuerza, una ensoñación de su destino. De manera que la función de los sueños no consiste en que estos se cumplan, sino, en que nos activen el ímpetu y la voluntad nómada que reposa en cada uno de nosotros, algo escondida, algo dormida.

Odiseo emprendió el viaje esperando llegar pronto a su soñada Ítaca, quiso que el viaje sea corto, mas fue una marcha larga que se asemeja a diez años de recorrido. No había que apresurar el viaje, porque la verdadera riqueza de su destino -como ya bien lo puede advertir un buen lector de Cavafis- estaba en el camino. El sentido del nomadismo no está en la llegada, esa es una aspiración sedentaria, el valor incalculable del viajero está en el recorrido. Es el camino quien hereda las riquezas existenciales de la cual está contenida la plenitud de la vida.

Incrustado en el mar, sobre un frágil navío, junto a temerosos compañeros, Odiseo inicia el viaje de regreso a su morada. En el camino se encontrará con infinitud de experiencias: seres superiores a su condición humana que juegan con su destino (Poseidón y Atenea); situaciones incitadoras al sedentarismo y a la obtención de compensaciones no ganadas (encuentro con las Sirenas, el país de los Lotófagos y las vacas de Helios); timadores y embusteras, personas que lo distraen del camino (Calipso, Cirse, Nausíacaa); seres egoístas y malvados (Cíclopes, Cocones, Lestrigones). Todas estas figuras, que son representadas como bestias antropomorfas, son seres que están presentes también en los senderos de todos los hombres y mujeres. Odiseo, sin abandonar su humanidad, va resistiendo y superando todas las adversidades, haciendo de cada situación contraria un valor de experiencias y una oportunidad de riquezas.

Cada encuentro con estos seres y con las regiones donde desembarca transitoriamente, le representa a Odiseo un crecimiento tangible, espiritual y cognitivo. Cada parada y estadía, cada encuentro y entrevista, cada escaramuza y combate, es para nuestro héroe un tesoro que enriquece su destino, que agranda su plenitud existencial.

Odiseo, al asumir el estado de nomadismo, de viajero itinerante, motivado por el sueño de llegar a Ítaca, enriqueció su ser. En más de una ocasión, después de salir airoso de encuentros e infortunios, alcanzó la plenitud de vida y se colmó de sabiduría. La experiencia de Odiseo confirma que es la condición viajera, nómada, transeúnte, migrante, mochilera, errante, lo que también a engrandecido el espíritu del hombre desde los inicios de la humanidad. Homero, el itinerante cantor de epopeyas, relató en su obra, que son los desenlaces de este peregrino que avanza hasta Ítaca, y no su llegada, lo que lo hace un valiente y magnifico ser. El poeta consignó, con rotunda belleza, que no es el hombre el que hace viajes, sino que es el viaje lo que realmente hace al hombre.

  1. gravatar

    # by Rima J - 23/10/10 1:33 p. m.

    no es el hombre el que hace viajes, sino que es el viaje lo que realmente hace al hombre

    yo quiero volver a viajar!.

    Rimaj

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