SÓLO ANSÍO VIAJAR. CAMBIAR DE PANORAMA. IRME DONDE NADIE ME CONOZCA.

Julio Ramón Ribeyro, escritor peruano de versados cuentos, durante los años cincuenta del siglo pasado, inmerso en un sin sabor de vida, alentado por el deseo de conciliarse con su ser, inició la escritura de un diario personal, que ha sido publicado por Seix Barral (2003) con el nombre de “La tentación del fracaso”. Esta publicación contiene los apuntes del escritor entre 1950 y 1978, tiempos  de profundo nomadismo en su vida; nunca pensó divulgarlo por considerar que sus experiencias serían de poco interés para sus lectores de cuentos, más adelante, en algún momento dijo que era mejor que fuese él quien lo ponga a la Luz pública antes de que lo haga alguna “viuda literaria”. El diario pone en evidencia la vida migratoria y autoexiliada del escritor que sale a recorrer cuanto camino se le presente, incluyendo los del interior de su propio ser.

Un diario íntimo es considerado por muchos como tarea difícil para un escritor, hablar de la cotidianidad desnudándose frente a una hoja blanca, tratar de describirse ante la incertidumbre o el desconocimiento del final de la propia historia, demanda un esfuerzo grande. Para el escritor peruano, narrar su vida íntima nada idealizada y más bien conflictiva y contestataría de los arquetipos de la sociedad de su tiempo, fue un esfuerzo significativo que le permitió -como bien lo decía él- sentir que su desordenada y errante vida sean tenidas como válida tan solo por el hecho de escribirla.

Todo diario íntimo surge de un agudo sentimiento de culpa. Parece que en él quisiéramos depositar muchas cosas que nos atormentan y cuyo peso se aligera por el solo hecho de confiarlas a un cuaderno. (29 de Enero 1954)
Ribeyro, un cuentista de muchísimas tramas, narrador de numerosos finales, como todo buen escritor, tenía el control íntegro de la vida y desenlace de todos sus personajes, pero carecía del dominio de su propia historia. Le fascinaba desconocerse en sus días habituales y le entusiasmaba ser sorprendido por su destino, de ahí la constante referencia al título en cada línea del diario: “La Tentación del Fracaso”. Una sola cosa le sobrecogía, se trataba de la idea de no poder concretar su vida de escritor bohemio, por lo demás, estaba dispuesto a asumir todo cambio y sacrificio que le implicase ocuparse en este deseo.


La palabra y la constante sensación de permanecer migrante y exiliado eran las tareas misionales que le tranquilizaban ese carácter autodestructor que él cargaba consigo. Entre las primeras líneas del diario ya se percibe a Ribeyro siendo un viajero de sí mismo, merodeador desconocido de su ser interior, arqueólogo itinerante de sus profundidades que guardaban el sentido de su existir. El diario nos narra cómo emprendió itinerarios que lo alejasen de la vida pulcra y oficinesca, males constantes que siempre evitó por estar contenidos de aburrimiento y por ofrecerle una vida vacía y sin imprevistos.
Yo me siento impotente para librar mi hogar del hundimiento. Las 45 libras que gano por aquel trabajo mecánico y mensajeril me alcanzan apenas para mantener mis vicios y de ninguna manera para cultivar mis virtudes. Dentro de un año seré abogado, ¿para qué? Seguiré lo mismo, como ahora, en la Sección Legal de una Compañía, sufriendo la rigidez de la jerarquía, el desdén de los potentados y con cuatro o cinco clientes tan paupérrimos que tengo que pagarles los gastos judiciales. (28 de octubre de 1951)
Las primeras páginas del diario nos muestran a un joven Riveyro incorporándose a la vida bohemia y aventurera de Lima, desde su juventud ya es clara sus inclinaciones para abandonar todo escenario que le exigiera alienarse en el deseo de posesión y prestigio. Su opción por la escritura se manifestó como una voz que le calmaba la cobardía existencial, como un llamado que le permitiría exhumar la libertad añorada.

Estando aun en Lima, a los 21 años, escribe en su diario unas palabras bastante sugestivas para su estado de búsqueda, en cortas líneas manifiesta su deseo vocacional: concretar la armonía de su ser a través de la experiencia del viaje. Describe su anhelo de peregrinar a extraños lugares donde pueda despojarse de la vestidura de su quieta y debilitada historia personal, llegar a lugares ajenos dónde consiga renovar la creatividad de volver a re-hacerse sin expectativas, sin metas, sin demandas:
¿Por qué estaré hoy tan decepcionado? Sin dinero, sin éxitos, sin amores, mis días van cayendo como las hojas secas de un árbol. Rodeado de oscuridad, de cenizas. Hoy me siento incapaz de todo. Una pereza moral irresistible. Sólo ansío viajar. Cambiar de panorama. Irme donde nadie me conozca. Aquí ya soy definitivamente como han querido que sea. Conforme me aleje irán cayendo mis vestiduras, mis etiquetas y quedaré limpio, desnudo, para empezar a ser distinto, como yo quisiera ser. Pero, ¿a dónde ir? Si llevo dentro de mí el germen de todo mi destino, ¿para qué hacer rodar por todos los paisajes, como un circo ambulante, el espectáculo de mi vida equivocada? (3 de junio de 1950)
Poco después de escribir esto, Ribeyro viajó de Lima a España, desde ahí emprendería la experiencia de la continua migración, de la sensación de ser un eterno exiliado. El Diario nos deja ver la vida errante y marginada que vivió en Francia, Bélgica, Polonia, Italia y Alemania. El diario nos cuenta de periplos que lo fueron convirtiendo en un forastero, nos habla de las experiencias que le exigieron en más de una vez dar lo esencial de sí mismo;. Siendo un migrante y viajero tuvo que abandonar su condición limeña de clase media, fueron años que en que experimentó desolación, rechazo y pobreza, hasta debió de asumirse como un jornalero desterrado:
Haber estudiado doce años de colegio, siete de universidad en Lima, uno en la Sorbona, uno en Múnich, 21 años de lecturas para terminar haciendo el trabajo de un cargador analfabeto. (7 de octubre de 1956)
Vale resaltar como en medio de esta situación migrante, Ribeyro logró producir sus magnificos cuentos y consiguió concretar profundas percepciones de la vida y de los hombres, plasmándolos más adelante en sus escritos.

Aquejado por enfermedades mortales, su vida fue un desafío a la muerte. Después de muchos años de haber emprendido su viaje fuera del Perú, quiso regresar más de una vez, pero ya nunca logro hacerlo definitivamente. En el diario pueden leerse sus arranques y flaquezas de vida, así como también el despliegue de su oficio de narrador que le permitió mantenerse de cara a su inédito destino: ser un forastero no solamente de la vida, sino también de sí mismo y de lugares geográficos. Ribeyro consiguió regresar a su Perú natal para vivir ahí sus últimos días.

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