Que puedo decir de mis pálpitos si ya no tengo el futuro, me asusta el presente, este presente, mi presente sin futuro. Vivo el ocaso con esta arruga creciente, absorbe mi interior, mis mariposas estomacales desfallecen; áspero mi asfalto, todo me palpita, todo pongo a estremecerse. Penetrantes absorciones que ya no me duelen, las dejo en remojo y ellas vuelven más sedientas, más arpías, profundamente vacías.

Si le pregunto al destino no me responde, hace mucho no me habla, se ha disgustado porque desde hace tanto atrás lo he negado, ahora que busco su consejo se ha callado. ¡A quién recurriré! ¡Me ha ignorado! Del vacío bajando, no pudiendo subir más, me he arrastrado y desde el horizonte rosado mis gritos han vuelto y me han contestado, ¡pero acaso! ¿Si no es la misma pregunta que he planteado?

He recordado las certezas del pasado, y de vergüenzas tras vergüenzas, con el más puro rubor, me he enfrentado a deshacerme de todo eso que he anhelado. ¿Dónde permanecerán esos tiempos?, ¿En qué limbo mal intencionado se habrán quedado?. Y si tuviese que vivir de mis recuerdos, de mis acervos sospechados y traicionados, moriría nuevamente entre fabulas y tretas con ese cuchillo que cargan en la mano.

No he concebido el sueño, yo no lo he inventado; es el presente lo que me ha quedado, ¡no es una opción!, ¡es la pura acción!, tala profundas raíces en mi resistente intención, empobrece mis momentáneas carencias, me desnuda de toda posesión amontonada y delirada; solo este tiempo vigente, en medio de tanta gente, me comparte su vocación.

Parto con mis reflexiones podridas y mi nombre desconocido; ahora que me voy en medio de esta madrugada sin sol, que ya me callo, me ausento silencioso, no vuelvan del eterno los adagios del futuro y los sumarios del pasado, ¡no se vuelvan!, pues ya voy hundiendo este cerebro en el inexcusable presente.